lunes

Crítica y autor

La crítica ya no dispone de una lista de obras que leer, que hacerse gustar y que criticar. No puedo acceder a todo lo que se publica pues todo discurso literario es el reflejo de una serie de circunstancias vitales. La literatura se refiere a la sociedad, depende de ella y se dirige a ella.

Me atrevería a decir que corre el peligro de convertirse en una institución, en una mera institución alejada de la realidad de la tinta literaria (tal vez es arriesgado afirmar algo así..., tal vez no...). Decía Darío Villanueva que la crítica nació como algo natural, "las palabras( del texto) llaman las palabras (de la crítica) ya en la antigua Grecia.

Pero dos mil años después... es un mero "asunto académico" como la ridiculiza George Steiner en Presencias reales (1991). O se reformula o muere. Pero no puedo decir que sea el mejor estilo la oligarquía participativa que reina en meneame... Sinceramente, como diría Platón no es el mejor el gobierno de los oligarcas que desemboca en tiranos... (dejemos metáforas que nos pueden meter en senderos de difícil tránsito). Y no lo creo porque son necesarias dos cosas ( y aquí acuso a mi formación docente académica de lo que voy a decir): tener claro que puede o no formar el "hecho literario" (¿?) y tener claro o no que quiero críticar y cuáles son mis objetivos.

Hay una ambigüedad que afecta a todo esto.... y que nos hace enredarnos en la moda de lo último, lo más avanzado... (trendings topics ¿?) y que nos puede llevar a perder el rumbo. Me atrevería a establecer un paralelismo con el Arte Contemporáneo... no sé si es el momento de perder viejos anclajes y tener unos nuevos o si es necesario a partir de los viejos recrear unos nuevos. Me atrevería a decir que todavía vivimos en la cola de la crisis epistemológica de la Modernidad a lo que hay que sumar nuevos condicionantes (revolución tecnológica, web 3.0...).

No podemos encajar el concepto de crítica literaria, sin antes reformular, rehacer, instaurar de nuevo eso que llamamos "canon literario". O tal vez estemos enredados en un mismo laberinto y solo tengamos que vivir en él y esos condicionantes solo sean parte del atrezzo del relato mismo.

Sirva para esto último a modo de reflexión el principio de la Ilíada:

El gran ciego no tuvo necesidad de clase alguna de ondas televisivas o naves espaciales para mover la cámara desde los territorios celestes, más precisamente desde el colérico cerebro de Zeus, hasta abajo en la tierra, al campamento militar desplegado frente a Troya, y después sobre las cabezas dormidas de miles de soldados y comandantes, hasta dar con el cráneo de Agamenón, en cuyo interior fermenta un ensueño.

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